martes, 15 de diciembre de 2009

IDENTIDAD DOCENTE: SER Y HACER

IDENTIDAD DOCENTE: SER Y HACER
En cierto momento de nuestra vida llega la hora de tomar una decisión que bien o mal guiará el rumbo sobre lo que queremos ser y hacer, resulta complicado tomar una respuesta, puesto que sabemos el impacto que tiene esto directamente sobre nuestra vida diaria, es ahí donde se entrelaza nuestra vida personal, la cultura en la que hemos crecido, los valores y actitudes, lo aprendido en nuestro medio, ejemplos de personas cercanas en fin. En ese momento de decisión hacemos un recuento de lo vivido y de cierta forma en nuestra conciencia ya sabemos o al menos tenemos una idea sobre lo que queremos para nuestro futuro, que no solo implica un bienestar económico y ser alguien útil a la sociedad, sino también tener satisfacciones y gustos que nos hagan disfrutar lo que hacemos.
Pues bien, mi nombre es Graciela Isolé Silva Hernández y hoy como docente de educación preescolar, estoy convencida que el camino que elegí fue el correcto, sintiéndome plena en lo personal y profesional que al final de cuentas resulta un solo proceso.
Al hablar de identidad es responderme ¿quién soy?, ¿cómo soy?, ¿qué he logrado y en qué he fallado? Todo inicia en el aspecto biográfico...
En mi niñez, viví rodeada en un medio familiar dedicado a la docencia, asunto que para mí resultaba un juego simbólico en mis actividades infantiles, es obvio que mi elección por ser docente viene de una influencia positiva, el hecho de querer ser lo que vi a lo largo de mi vida. Mis padres siempre me han apoyado en cualquier decisión, y no por el hecho de que fueran maestros, también quisieran que yo lo fuera obligadamente, como mucha gente me decía: -¡Si tus padres son maestros, ya tienes el camino más fácil!
Esto me daba mucho coraje y llego un momento en que pensé en elegir la otra carrera con el fin de demostrar que yo podía hacer mi propio camino, pero no...
Sabía que mi carrera era la docencia me visualizaba como docente, trabajando con los niños más pequeños, en la etapa más hermosa de la vida, descubriendo, jugando, experimentando, investigando junto con ellos el mundo que les rodea... que satisfecha estoy por poder ser y hacer una docente que participa en la construcción de sus conocimientos.

Como mencione anteriormente, el ejemplo observado de mis padres tuvo influencia en mi para elegir tomar la aventura de ser maestra, tal vez nunca me puse a pensar a fondo el porqué o de donde viene mi interés, pero de aquí rescato el indagar a mi familia como parte de mi identidad, aspecto primordial en el que hay que hondar para seguir ampliando y reafirmando este proceso de construcción de autoconocimiento.
Mi familia, aunque se escuche informal, es lo más grande y valioso que tengo en mi vida, mi mayor ejemplo, mis padres Fernando y Graciela, yo soy la mayor de cuatro hermanos, Gisela, Fernando y Samantha, la comunicación que tengo con ellos y con mi padres es de confianza, de respeto, plena y abierta, ante cualquier situación sé que cuento con ellos.
Mi familia es parte de mi identidad, de ella aprendí la mayoría de las cosas que sé, adquirí costumbres, normas, valores, esto se refiere a la cultura familiar, una forma de explicar que todo lo vivido hace de mí ser quien soy, dando un aporte enorme a la configuración de mi personalidad.
A lo que quiero llegar es que hay rasgos como la cultura familiar que se puede analizar para definir mi identidad del maestro, es decir, mis actitudes, mi forma de hablar, el hecho de ser maestra, de mis rasgos físicos, mi paciencia, mis gustos y preferencias, mi historia personal y profesional, mis ideologías, en fin todo lo que soy, tiene una explicación, una raíz y un porqué, y es factible comprender que todo viene de una influencia del seno familiar. En este sentido, la identidad no es simplemente un dato, es un proceso de construcción social.

A partir de este análisis, que me hizo recordar y volver a vivir mi pasado, me enfoco ahora a un punto que se conjuga con el anterior y me refiero a la identidad profesional

Antes de iniciar mi estudio en la normal, creía que el ser maestra era tarea fácil, como desgraciadamente mucha gente piensa.
Cuando recién ingrese a mis estudios de licenciatura en educación preescolar no cabe duda que yo traía conmigo ciertas ideas referentes a la carrera que iba a estudiar, me da pena reconocer que en ese entonces yo tenía irrefutables pensamientos como: ¡esa carrera es fácil!, ¡solo hay que enseñar a los niños a recortar e iluminar y jugar con ellos!
Que equivocada estaba, cómo pude llegar a pensar eso... pero en cierta forma todas estas ideologías las adquirí porque como antes y ahora aún siguen vigentes, es común escuchar a gente alejada de la realidad escolar, decir estas expresiones porque forman parte de una cultura de concepciones equívocas, aunque hay que reconocer que vamos por buen camino aún estamos en proceso de demostrar y seguir reconociendo la importancia del nivel.
A lo largo de la carrera, me fui percatando del papel importante que tengo en la sociedad al tener en mis manos el desarrollo inicial de los pequeños.
El ser docente significa para mí un gran compromiso, y aunque mi experiencia aún no es mucha, me doy cuenta de la importancia de mi trabajo, de los retos y problemas actuales a los que me enfrento, y el granito de arena que aporto para cumplir la misión de ofrecer a los niños experiencias y herramientas que preparen a la vida respondiendo a la demanda social.
Al momento de egresar yo me sentía muy ilusionada, satisfecha por el logro de haber culminado, ya era el momento de ser independiente, de ejercer con agrado mi carrera, me imaginaba que trabajaría en una escuela con grandes salones, repletas de material didáctico y lúdico, estética por dentro y por fuera...
Cabe mencionar que al momento de describir esta situación se me vino a la mente una cita que me impacto y que tiene que ver directamente con lo anterior:
“La profesión docente se elige desde una concepción ideal, según la cual es aspirante a profesor se identifica con la imagen idílica” (Covarrubias Villa, 2001, p.275), lo cual significa que desde que estamos en la normal tenemos sueños guajiros, desarrollando una concepción ideal del rol como profesor.
Llego la hora de pedir trabajo, y también llego el momento de despertar de las ilusiones que me había hecho, de enfrentar la verdadera realidad, la realidad de lo difícil que es conseguir un trabajo o interinato, cada día se veía perdido entre las horas largas de esperar una respuesta en las dependencias federales ese sueño de esa escuela perfecta... así transcurrió el tiempo, hasta que gracias a Dios un día salió la secretaria diciendo: ¡hay un interinato de un año para Guadalcazar!, en cuanto escucharon el lugar todos se alejaron de la oferta, y yo dentro de mi ingenuidad me decía: ¡Guadalcazar no está lejos!, así que muy valiente y empujada por la desesperación tome la decisión de emprender los inicios de mi ejercimiento profesional.

Formalmente por disposición oficial y con mi nombramiento llegue al jardín de niños “Emiliano Zapata”, en la comunidad llamada “San Ignacio”, perteneciente al municipio antes nombrado, hacía un recorrido de cuatro horas, aún recuerdo ese primer día, lleno de miedo a lo desconocido, angustiada porque no sabía donde era, contenta porque ya tenía trabajo, ya era hora de demostrar de qué estaba hecha.
En estas zonas tan lejanas, pienso que como mujer tenía grandes desventajas, como el hecho del peligro para el traslado y el regreso, en cierta forma estamos desprotegidas y a la deriva de cualquier situación por muy duro que se escuche, y esto también forma parte de una realidad que no me platicaron en mi formación inicial.
Cuando llegué a la comunidad, fue algo contrastante, nunca me hubiera imaginado la forma en que trabajaban los maestros rurales, que para entonces me había convertido en uno de ellos.
Llegar a un lugar desértico, un jardín prácticamente abandonado, el buscar un lugar donde poder dormir, la gente me veía como una extraña que invade su territorio.
Después de conocer el medio y adaptarme comencé a disfrutar el trabajo, hubo situaciones de depresión, de soledad, momentos de reflexión preguntándome si esto es lo que quería, si esto es lo que buscaba... pero a pesar de todas las situaciones salí adelante, y me siento orgullosa de haber logrado terminar esa propuesta de trabajo.
Confieso que hubo momentos en que deseaba desistir, pero todo lo vivido lo tomé como un reto a superar, y así fue, aunque me costó trabajo, me sentía parte de la comunidad el conocer a la gente, su cultura y tradiciones, jugar con los niños, y darme cuenta de la importancia del contexto, afirmo que en esa comunidad y con mi grupo, a pesar de las carencias y limitaciones, ahí termine de formarme como docente, en lo personal valoré muchas cosas, aprendí a ser más humilde, conciente y empática y sobre todo hacer docente, ahí comencé a desarrollar y moldear mis primeros comportamientos profesionales , toda esa esencia que me identifica como maestra.

Ser maestro implica situaciones en las que pensé nunca viviría, pero todas las experiencias, las satisfacciones, los errores, los retos, son el resultado de lo vivido en mi intervención docente.
Pues esta es mi realidad, esto yo creo que ha sido lo que más ha impactado en este proceso y no fue durante mi formación sino ya trabajando profesionalmente, ese contraste de realidades, a veces me pregunto: ¿qué hubiera cambiado si en la normal me hubieran presentado esta realidad?, ¿Por qué no me dijeron que esto también existía?, ¿Y si lo habrían hecho hubiera enfrentado la situación mejor preparada?
De cualquier manera me obligó a crecer y después de este deshago no me arrepiento de nada de lo que viví, me dio un gran autoconocimiento, es impactante hacer este recuento en el que pocas veces reflexionó, pero esto me dio como resultado tener una identidad profesional fundamentada en la que conjuntada con lo personal forma la deseada “Identidad del docente”.

Posteriormente y contenta por el otorgamiento de mi plaza como docente, emigré de la localidad de “san Ignacio”, para llegar al municipio de Salinas de Hidalgo, S.L.P en la comunidad “La Reforma”, yo creo que en cada escuela se aprende algo nuevo, aterrizo y reafirmo mi forma de ejercer la docencia, y en este Jardín de niños, no fue la excepción.
Actualmente y después de un cambio de inter-zona ahora me ubico en la cabecera municipal en el plantel “Club de Leones”, un cambio drástico de zona rural a urbanizada, pero con las mismas ganas por salir adelante en lo personal y profesional, no hay duda…

Hay una gran diferencia en el antes y ahora en cuanto a todo lo que engloba a la intervención docente, yo creo que parte de mi experiencia me ha hecho buscar nuevas estrategias que me ayuden a responder esas necesidades y tal vez fue un motivo por el que estoy estudiando la maestría, como una forma de encontrar respuestas.
Me encuentro en una etapa de exploración “transcurre durante los tres primeros años, se caracteriza por la necesidad de sobrevivir, de descubrimiento y exploración” (Huberman), me es útil entender que es normal pasar por esta etapa en donde también es válido aprender mediante el ensayo y error, el descubrir y aprender cosas que jamás hubiera pensado viviría.
• UN EJE MÁS PARA LA TRANSFORMACIÓN DE LA PRÁCTICA DOCENTE
CONOCER PARA CRECER

Hay posibilidades de reconstruir mi identidad yo pienso que el punto central no es solo conocerla, saber quién soy, cómo soy, todo lo que engloba, sino el tener la oportunidad de profundizar en las implicaciones de ser docente, partir de esto y modificar para cambiar y mejorar, por eso me pareció importante darle nombre a este apartado como un eje más para la transformación.
Darme cuenta de mis prácticas bajo las cuales se dirime la construcción de mi identidad es decir (el ser y el hacer docente) y, por ende, el sentido y orgullo de pertenencia.
Puedo ver como una ventaja el hecho de haber egresado con el actual plan de estudios, en el sentido de que no hay un desprendimiento del anterior programa, como les ha sucedido a algunas educadoras, pero si he tratado de erradicar ciertas prácticas y mitos que por tradición o costumbre se han llevado a cabo en el nivel de preescolar y esto es una realidad de la cual todavía nos cuesta trabajo quitar, es una lucha con nosotras mismas el reconocer que si cambio él programa también tenemos que cambiar nosotras.
En concreto y basándome en mi realidad puedo decir que aunque no cuento con mucha experiencia, he lograda fundamentar y establecer mi identidad profesional erradicando ciertas prácticas y mitos que no corresponden, ni son funcionales en este momento, como el uso de las planas, y actividades memorísticas, la manzana roja, etc.
Lo anterior es un impedimento para realizar como debe ser el propósito de la educación, tengo momentos en que analizo mi práctica y verifico mi identidad y mi cultura escolar, desecho todo obstáculo que me impida potenciar las competencias de los niños. Como docentes sabemos que todas estas creencias y tradiciones están erradicadas a menos de que tengan un sentido, pero sin embargo se siguen practicando por costumbre, por facilidad, porque creemos que los niños solo quieren jugar y cantar, hay que ponerle alto a esto.
Hay una frase que escuché y que cabe mencionarla “Hay que aprender a desaprender.”

A fin de cuentas se tiene que luchar contra muchos obstáculos, no podemos quedarnos con la idea que no se puede hacer nada, la vida profesional de un docente está llena de retos, el cumplir la verdadera función social de la escuela está en las manos de cada maestro en donde se conjuga a la vez el conocimiento de la cultura y la definición de la identidad profesional.
Un cambio se lograría con una revolución mental, es decir, proporcionando realmente una educación para la vida: aprendizajes funcionales.

Todo lo anterior no es más que un examen de conciencia, una radiografía de lo que somos y hacemos, este escrito me dio la oportunidad de reflexionar donde estoy parada y para donde voy, sé que necesito cambiar aspectos en la práctica revalorar lo que hago y desechar lo que no funciona, este proceso es un tanto difícil, porque obviamente no nos gusta reconocer lo negativo, pero al final si lo hacemos da como resultado algo positivo que facilita nuestros objetivos.

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